“El paisaje es un estado de la conciencia”. Como resultado de la interacción entre el hombre y el medio, la historia de las sociedades es la historia de la transformación del medio, de la adaptación mutua entre el hombre y el lugar. El asentamiento, como expresión de la elección del hombre, termina suponiendo una relación hombre-medio no siempre afectuosa. En el caso de Segovia, la mutua adaptación a través de los siglos ha terminado consolidando una relación más de amor que de odio: la capacidad del hombre para destruir aquí no se ha manifestado en toda su virulencia, sino más bien su capacidad constructora. Segovia hoy refleja a la perfección ese estado de conciencia que definía Unamuno en las diferentes épocas.
“En la visión que el viajero se forma de Segovia, rebullen en caos magnífico todos los monumentos de la ciudad. La mente se llena de palacios, capillas, arcos, capiteles, rejas, ventanas, torres, retablos… La imaginación, deslumbrada, en horas de recuerdo va de una maravilla a otra. No podemos poner pronto orden y sosiego en la admiración”. Azorín
En diciembre de 1985, la UNESCO incluyó a la antigua ciudad de Segovia y su acueducto romano en el listado de Ciudades Patrimonio por la belleza de su enclave, de su entorno, de sus edificios, arboledas y calles. Sin embargo, la ciudad va más allá de lo físico, pues el elemento humano, el que la ha creado y que ha sido parte de ella, no se ve y, sin embargo, es la esencia misma de la ciudad.